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Salud y bienestar

El edadismo: ¿somos conscientes de este problema invisible?

¿Cuántas veces hemos escuchado frases como «es muy mayor para eso» o «los mayores no están para manejar tecnología»? Incluso expresiones como «nuestros mayores» o “estás muy bien para tu edad” que, aunque parezcan inofensivas, reflejan una visión que discrimina y limita: el edadismo.

El edadismo, o discriminación por edad, no sólo está presente en el lenguaje, sino también en nuestras actitudes y en las estructuras sociales. Al reducir a las personas mayores a estereotipos como «dependientes» o «incapaces», se les priva de su autonomía y se debilita su autoestima. Este prejuicio, además, puede interiorizarse, llevándolos a creer que «ya no tienen nada que aportar» o que «su tiempo pasó».

Sin embargo, las personas mayores no son un grupo uniforme ni homogéneo, ni representan un «ellos» frente a un «nosotros». Cada uno es único, con historias, habilidades y aspiraciones que merecen reconocimiento. Expresiones como «nuestros mayores», aunque bienintencionadas, tienden a reforzar una visión paternalista que invisibiliza su individualidad.

Los efectos del edadismo

El impacto del edadismo va mucho más allá de las palabras. Limita oportunidades, fomenta la exclusión y afecta la salud física y emocional. Diversos estudios han demostrado que quienes se enfrentan a discriminación por edad tienen un mayor riesgo de aislamiento social, estrés, problemas de salud e incluso una esperanza de vida más corta.

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el edadismo está asociado con peores resultados en salud física y mental, como mayor incidencia de depresión, enfermedades cardiovasculares y reducción en la calidad de vida (“World Report on Ageing and Health”, OMS, 2015). Por otro lado, un estudio realizado por Levy et al. (2020) y publicado en “The American Journal of Geriatric Psychiatry” concluyó que el edadismo tiene un impacto directo en la mortalidad. Los investigadores encontraron que la exposición a actitudes edadistas puede contribuir al desarrollo de estrés crónico, lo que incrementa significativamente el riesgo de enfermedades físicas y mentales graves (Levy, B. R., Slade, M. D., Chang, E. S., Kannoth, S., & Wang, S. Y., 2020).

Cambiar comienza en lo cotidiano

Transformar esta realidad empieza con pequeños gestos. Revisar cómo hablamos y actuamos puede marcar una gran diferencia. Frases como «ya no están para aprender cosas nuevas» pueden sustituirse por «¿por qué no intentarlo?». Escuchar, respetar sus decisiones y valorar su experiencia son pasos esenciales para derribar los prejuicios.

Un buen ejemplo de ello es la Senior University, la universidad para las personas residentes de los centros DomusVi. Impulsada por la Fundación DomusVi con la colaboración de IL3-Universidad de Barcelona (UB), ofrece un programa académico semestral de extensión universitaria, con el objetivo de prevenir, mantener y mejorar las capacidades cognitivas y el bienestar de las personas mayores residentes en los centros DomusVi.

También es clave promover espacios intergeneracionales donde personas de todas las edades colaboren, aprendan y compartan. Una sociedad inclusiva no se construye excluyendo, sino integrando y valorando la experiencia de todos.

Reflexionemos y actuemos

¿Cómo hablamos sobre las personas mayores? ¿Qué ideas transmitimos a las nuevas generaciones? Cambiar nuestra percepción sobre la edad no solo beneficia a quienes hoy son mayores, sino a todos nosotros. Reconocer su diversidad y su capacidad de aportar es fundamental para construir una sociedad más justa, donde cada etapa de la vida sea valorada y respetada.

El edadismo no es sólo un problema de actitudes, pero las actitudes son un buen lugar para empezar. Hagamos del respeto y la inclusión una realidad, donde la edad deje de ser una barrera y se convierta en un motivo de orgullo. ¿Te unes al cambio?